Pedro Mensonge se desperezaba en la cama del camerino, la claridad del recién comenzado día
se colaba por el tragaluz.
Pedro vivía en la época del teatro. De shakespeare, de Lope de Vega de los eunucos y de los patios de corrala.
Era actor.
De hecho dirigia una compañía de teatro unitaria. Sus obras iban a verlas todos,menos los personajes importantes de la época. El rey del país y de los paises vecinos, la nobleza, las damiselas de compañía y todo hijo de vecino iban antes a otras obras,aunque no estuvieran recien estrenadas, pues Mensonge era abucheado allá donde fuese en todo el viejo continente.
¡És el peor actor que ha habido y habrá!-decían los pregones de cualquier ciudad en la que actuase.
Su falta de éxito era debido, claro está, a sus máscaras, sus únicas acompañantes. Las guardaba en un baúl de bronce trenzado, muy antiguo con terciopelo por dentro, del barroco profundo.
Como todos sabéis un buen actor es aquel que no miente, que actúa sintiendo y sin máscara.
Pero esta vez parecia distinta estaba en el teatro de Lyon, un golpe de suerte, le había hecho participar en la última obra romántica, del dramaturgo de moda en Francia.
Actuaba con Verité una actriz que tenía ya bastante fama el el país, aunque más por sua actuaciones que por su belleza.
Ésa misma noche era su debut, la primera respresentación, apenas se podía creer que actuara con Verité, ni el el teatro de Lyon, ni que fuera a ir a la obra toda la flor y nata de la ciudad, ésta podía ser su oportunidad de acabar con su mala fama, y estaba preparándose bien.
Abrió su baúl y sacó una a una, todas las máscaras que necesitaba,en el orden de los actos, al hacerlo se dió cuenta de que era la primera vez que iba a utilizar la máscara "amor romántico" , era una máscara extraña, pues casi todas estaban decoradas, la tristeza era azul pálido y le colgaban lágrimas brillantes, la melancolía tenía adheridas fotos de otros tiempos con gentes sonrientes, pero las fotos estaban ajadas y grises, la alegría era de colores brillantes y estaba decorada con extrañas formas de colores que hacían ruiditos, en cambio la del amor parecía distinta, no poseía decoración alguna y su tacto era parecido al del cuero, más que al de la porcelana, aún así, Pedro las puso en orden y colocó esa al final de la obra, cuyo final era feliz, y debía ponerse esa máscara, puesto que su personaje quedaba al fin prendado del personaje de Verité, y vivían juntos para siempre.
El telón se levantó y la obra dió comienzo, Pedro fue usando todas sus máscaras sucesivamente, según los requerimientos del guión, primero la despreocupación, después la alegría, más tarde los celos, la desesperación y la gente aplaudia tras cada acto, pero no era gracias a él era por Verité. En el descanso la encontró muy enfadada y le espetó a la cara que iba a dar al traste con su carrera por la culpa del pobre Pedro.Mensonge pensó que debía estar triste por aquel comentario y se puso su máscara de la trsiteza y lloro amarga y tristemente hasta que comenzó el último acto.
Una vez se hubo quitado la máscara de la trsiteza, Pedro estaba como siempre. Con su estado de ánimo sin alteraciones ni becuadros.
En el último acto Pedro recitaba a Verité un extenso monólogo amoroso, el estaba de pie, mientras que la actriz descansaba sentada junto a una cama adoselada, ensortijándose el cabello y escuchando con un embelesamiento bastante bien actuado.
Pedro se puso la máscara del amor por primera vez desde que actuaba y quien sabe si fue por el calor de los focos, o por el clamor del público, o por unas lágrimas no enmascaradas por primera vez, la máscara pareció derretirse, o desvanecerse y se introdujo por cada poro de su piel.
La bombonera que era el teatro parecía diferente a los ojos de Pedro, podía ver de forma definida las expresiones en las caras del público, la cama adoselada parecía cómodísima y le daban ganas de retozar en ella largamente.
Y Verité? Oh! Verité! Era tan bella! Sus bucles castaños ensortijados en sus dedos desprendían olores magníficos y su pecho oprimido en el corsé de época era turgente y le evocaba imágenes maravillosas. Su voz era melodiosa y sus ojos le hacían viajar a mares crisralinos e islas de arena blanca.
Se olvidó del texto, se arrodilló ante ella y le tomó la mano, sus palabras fueron seguidas por un clamor ensordecedor, el público puesto en pie.
Verité se deshizo de él y fué a reverenciarse ante su público. Pedro estaba atónito.
Se había quedado atrás arrodillado frente a la cama, recibiendo un aplauso, que no quería. Quería poder hacer lo de siempre, quitarse la máscara y quedarse normal, pero no podía.
Ahora su máscara había sido interiorizada sus mentiras ya no lo eran. Pero él era actor y nadie se lo creía. El teatro quedó vacío,nadie le creyó, todos pensaban que quería aprovechar los aplausos y seguir la escena.
El telón se bajó. Y Pedro se quedó plantado en la oscuridad silenciosa del teatro de Lyon. Con sus máscaras inservibles. Su mentira y su verdad.
martes, 5 de mayo de 2009
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